Adiós. Y, hasta nunca.

No se qué escribir.

Desde que nos cerraron las puertas se me quedan las hojas en blanco.

Desde que nos dejaron solas se me acabaron las palabras.

¿Qué puedo decir?

Nos han excluído, discriminado, abandonado...

Nos han sugerido cruelmente que no somos ni bienvenidas ni aceptadas.

Nos hemos ido porque no podíamos soportarlo, porque nadie puede soportar ser rechazado por todos los de su entorno. Es cruel.
Nos han expulsado del grupo, públicamente, fuimos expuestas como locas, peligrosas, agresivas... Sin piedad, sin contemplaciones.

Lejos de las razones, están las formas. Hay cosas que no pueden hacerse, y mucho menos pueden hacerse así.

Ponte en mi lugar. Si tú, ponte en mi lugar. Y a tu hijo en el de mi hija. No pienses que a tí nunca te habría pasado. Porque es mentira.

Gracias a las redes sociales, internet o el teléfono, NO ESTAMOS SOLOS.

Nos rodeamos de aquellos que  nos quieren, nos valoran y comprenden que otra opción es posible.

Que ese día no deberíamos haber estado solos ni excluídos. Que la huelga debía haber sido de otra manera, todos juntos solicitando recursos, luchando por una escuela de todos y para todos, como reza el cartel verde de la infamia y la mentira, escuela pública sólo para algunos.

Ya no queremos estar nunca más con vosotros. NO podemos, ni queremos. No estamos solos y a vosotros siempre os acompañará la vergüenza de lo que hicísteis. Aunque digáis que no.

Gracias a los que se quedaron y siempre estuvieron con nosotras. Gracias a los que siempre nos comprendieron y defendieron. Y especiales gracias  a los que nos incluyeron en su grupo sin importar nada. A los que quieren a mi hija de corazón. Gracias.




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